viernes, abril 20, 2007

Personajes de las inmediaciones de las calles Oquendo Venezuela 1

Angel Maráz o el genio insomne

Mi hermana sostiene la teoría de que nuestra familia trae por herencia una capacidad de escucha que nos desborda, al punto que cualquier desconocido puede darse cuenta que nosotros escuchamos, y de repente sin más, a cualquiera que nos vea se le suelta la lengua.

Numerosas y variadas son las experiencias que nos ha tocado vivir al respecto: en una larga fila en el banco, un señor desconocido me contó con lujo de detalles la operación de próstata que le habían practicado, a mi hermana durante un viaje de minibus una humilde mujer le contó como se encontró un billete de cien dólares en un tacho de basura hace 20 años. De la misma manera cuenta mi hermana que un trotamundos de ojos verdes empezó a contarle sobre la paradoja que vivía al sentir nostalgia de su tierra y la imposibilidad de mantenerse en ella, en vez de quererle vender algo le regalo una pulsera. Las filas de espera para comprar matrícula en la universidad se convirtieron en grandes confesionarios donde los madrugadores llegaron a contar la penas mas hondas de su alma.

Aun que la teoría de mi hermana puede no ser cierta, existen circunstancias que me la confirman. Esto sucedió el día que conocí a Angel Maráz. Había decidido comer sola, aun que durante mucho tiempo consideré que comer sola era una de las cosas más tristes que uno pueda hacer, necesitaba tristeza, la tristeza hace bien, pero ese es otro tema.

Sobre la calle Venzuela se había abierto recientemente una pensión, la novedad hacía que este repleta de gente: curiosos, vecinos y todos iban a la pensión recién armada por una audaz cruceña y su familia que además del almuerzo nos tentaba con un olor a cuñapé recién horneado que inundaba el minúsculo lugar.

Tal vez fue mi curiosidad la que me llevó, más que mi deseo de soledad y tristeza, pero al ser la curiosidad compartida por todo el barrio el lugar se encontraba abarrotado, de esto me anoticié cuando estaba en medio de las mesas con una mirada vacilante, entonces alguien me dijo:
-Puedes sentarte aquí hijita- era Angel Maráz un hombre de tardíos cincuentas, mirada profunda, canas desordenadas, voz firme y sobretodo largo que aumentaba su altitud. Mis modales chapados a la antigua no me permitieron negarme.

- Angel Maráz, un gusto-me dijo mientras extendía la mano que apretó la mía con fuerza-Vivo aquí en la esquina de la Oquendo y Venezuela- dijo.
-Sí, he visto su casa me gusta- le dije reparando en los años que se le arrugan en la frente.
-Ja ja- rió Angel Maráz- todos dicen que parece la casa de German Monster.
-A mi me gusta, me parece que tiene personalidad-dije timidamente.
-Es que las cosas se parecen a sus dueños- dice Angel Maráz con una sonrisa intensa que me alegra- Sabes que en esa casa en realidad no vivo yo sino mis perros, tengo hasta hora cuatro, la Negra, el Boby, la Pelusa y el Flaco, los adoro a mis perros por eso les he sedido la casa. Sabes que yo soy de una familia muy conocida aqui en la ciudad, mi familia tiene muchas propiedades y casas, esta es una más de ellas, claro que no creerás nada de lo que te digo, pero mis padres, que en paz descancen, eran dueños de media cochabamba, por eso puedo darles esta casa a mis perros.
Claro que me hubiera gustado dársela a mi esposa, pero que quieres que te diga van cinco mujeres que me dejan, ya me dijo el psicólogo que tengo que tener mejor caracter con las mujeres, pero no puedo dejar de ser yo mismo, ese es uno de mis grandes problemas. Por eso tuve líos en la facultad de filosofías, sabes yo estudié matemáticas y luego filosofía, el conocimiento es una enredadera de la que no se puede salir, es como una vorágine que simplemente te atrapa. Yo era un docente reconocido pero las huevadas, disculpa que te hable así, no me las trago pueden decirme loco, desquiciado, lo que quieran pero soy yo ante todo. Bueno eso me costó la pega, la verdad ni la necesitaba solo quería estar mas con la gente, sabes que ahora soy muy retraido y estoy solo eso me esta matando, pero prefiero a tener que venderme a esa bola de pelotudos, disculpa mamita mis groserías de viejo. Y a vos que te gusta hacer?
-Leer- digo mientras cargo el tenedor con arróz.
- Ah! que bueno-dice Maráz alzando las cejas- pues en mi casa, o mejor diré en la de mis perros, tengo la enciclopedia británica, si te gusta leer estoy seguro que te va encantar, tengo toda la enciclopedia en ingles y español, es una maravilla, sabes que nunca me canso de revisarla, me parece que la habre hojeado completa por los menos unas 15 veces pero tengo una natural afición por las enciclopedias y los diccionarios. Puedes ir a verla cuando quieras. Con alquien claro, no sola, no vayas a creer que soy un viejo degenerado que quiero engancharte con una enciclopedia, además sería algo raro, de todos modos no lo haría pero creo que te gustaría ver la enciclopedia es preciosa, además tengo en la casa de los perros un laboratorio informático que me he armado, tengo una red dentro de casa de donde puedo sacar la información más actualizada. No sabes la atracción que siento por la tecnología y todo lo nuevo, hablando de nuevo viste el nuevo boliche que se insataló en la Venezuela casi 16 de julio, es un antro a todo dar, el chino, es el dueño es re cuate, me deja llevar mi trago, porque yo solo tomo singani, es una afición extraña ya sé pero es mi único vicio, es un buen tipo y algunas noches cuando ya estamos todos bien entrados en drinks- baja lavoz Angel Maráz y mete su cabeza entre sus hombros- saca un hiervita de la buena que tiene ahí escondida, deberías ir, se nota que tu tienes una mente abierta y de estas cosas no te escandalizas.

Mientras tomo mi último trago de refresco de tostada me dice- Pensarás que estoy loco, pero confío en vos se nota que eres una chica inteligente, gracias por escucharme ya nos estaremos viendo, no quiero aburrirte mas con mis historias de viejo, chau hijita, ya sabes cuando quieras ven a ver la enciclopedia, me dices y listo. un gusto conocerte.

Se despide Angel Maráz posando su pesada mano en mi hombro. Las tajadas de la mandarina fueron muy breves para poder elaborar toda la información que Angel Maráz me había dado sobre él y su vida, su casa fantasmagórica me gustaba, él me daba un poco de miedo, pero en lo que dura un majadito me había descrito su vida, sus mas profundas penas y las cosas que le suspendían las comisuras.

Desde aquel almuerzo nos vimos unos cuantos más, siempre me reservaba una silla y me hablaba durante todo el almuerzo de una cosa y otra que se ivan hilando en su mente. Sus temas de análisi, sus preocupaciones, sus intereses me parecían todos de alguien que estaba entre la mas absoluta verdad y la mas desquiciada locura... tal vez eran los mismo.

Mi miedo natural me llevó a disfrutar de escucharle, sin creerle demasiado, su genialidad desbordante en locura me asustaba un poco a la vez que me llamaba.

Cuando mi etapa de soledad terminó y dejé de ir a la pensión, solo veía a Angel Maráz por las noches con su sobretodo gris caminando las cuatro esquinas de la Oquendo y Venezuela seguido de sus perros, me saludaba con la mano desde lejos, en una ocasión me regaló paltas de su árbol.

A Angel Maráz casi solo se lo ve de noche por eso conoce los secretos de todos los del barrio, durante la noche escucha los ronquidos, llantos y suspiros, de saber tanto de la vida y la muerte, propia y ajena Angel Maráz tiene insomnio.

1 comentarios:

Vania B. dijo...

Los personajes insomnes suelen ser inolvidables. Lindo relato. Te sigo leyendo más tardecito.

Un abrazo desde la ciudad de los anillos.