lunes, agosto 27, 2007

Naciendo en el frío

De La Paz me gusta el olor a salteñas de las calles del centro, la sensación de asfixia y el latir de mis sienes cuando subo las calles empinadas.
De La Paz me gusta el frío que me recuerda que no debo salir con el cabello mojado.
De La Paz me gusta el miedo que me da pasar por el nuevo trabajo que empiezo mañana.
De La Paz me gusta los zapatos transparentes de las cholitas y el tornasol del plumaje de las palomas en la plaza Avaroa.
De La Paz me gusta que aunque no es blanca como Sucre, es para mi una ciudad donde nada mio esta escrito, es como si ahora con mis 26 años naciera otra vez.

miércoles, agosto 22, 2007

La poesía brota de la boca de los traidores,
Aun de aquellos que la han insultado,
pues en el fondo sin decir nada, sin defenderse
ella se hace una necesidad
Ante el dolor o la realidad que los deja mudos
germina tibia en la sequedad de las gargantas
y florece en las boca
del que odiandola la necesita

lunes, agosto 20, 2007

Comiendo roedores

Unas patas me saludan desde la orilla del plato, la pálida piel hervida contrasta con las cebollas y las habas verdes que la cubren. Nunca me asqueó la comida, pero es verdad que a veces uno mismo se siente de otro planeta.
Como sin mirar, ocupada mi mente en las tragedias de otros que se van convirtiendo en las mías, pero las patas tienen uñas, la carne tiene un sabor de cebollas, los comensales hablan de la barbaridad que significa que una mujer no cocine. Mulitples adjetivos florecen en la boca de estas mujeres que hablan de otras mujeres.
Yo como roedores que parecen reintegrarse en mis entrañas, corren con su paso veloz y menudo por mi vientre, mis tripas sus canales, sus calles, sus laberintos. Me comen las ratas que he comido.

viernes, agosto 17, 2007

Algunas noches tengo miedo de morir.

Cuando era niña me daba mucho miedo ver fotografías del espacio, en las enciclopedias, en la tele en los textos de la escuela, no podía soportar la inmensa negrura del infinito, un estremecimiento me recorría la espalta y pasaba rápidamente la hoja. Ya cuando fui mas grande me desafié a ver detenidamente las láminas de los planetas, en su negra profundidad sin fondo, sentí vértigo náuseas una sensación infinita de piel de gallina.
Aun ahora temo a esos dibujos, más por las noches cuando mi conciencia se juega entre el sueño y la vigilia, mis temores mas pueriles se rien de mi. La mayor parte de las veces no puedo dormir, me da miedo el mundo, el infinito, la muerte, el paso del tiempo y la oscurida de la noche me recuerdan mi insignificancia.
Algunas noches tengo miedo de morir.

jueves, agosto 09, 2007

El retrogusto

Del sol que me dio toda la mañana me quedaron las mejillas coloradas y los pies cansados. Siempre pensé que el cansancio y el síndrome premenstrual son padres de las letras.
Ya no estoy tan segura....

jueves, agosto 02, 2007

La oreja

Soñé que toda yo era una oreja, mi espalda un pabellón amplio y curvo que captaba las palabras y conducía su raudal dentro mío.
Era yo una antena de cartílago que detecta cualquier zumbido. En mi natural imperfección me faltaba boca, solo un orificio iniciaba el laberinto que las palabras recorrían hasta perderse, dentro, muy dentro como un implante incrustado en mi interior.

Uno a uno pasaban ante mi personas, animales y cosas que quería ser escuchados, todos venían a la gran oreja y vaciaban en ella sus vidas, las palabras salían tejidas de sus bocas, a veces se hacían hebras finas y otras nudos imposible de cabos perdidos para siempre.

Algunos entraban suaves a través de mi, como el resoplido nervioso de un amante novato sobre la erizada piel de una joven mujer, otras veces eran solo un amasijo de engrudo y barro que no cabía ni es su boca ni en mi, entonces forzaban la entrada empujando la inmunda pelota de palabras sobre la puerta de mi laberinto.

Escuche mucho y por muchos años, aun sé que mi único destino es escuchar, debo confesar que mi mas preciado sueño es hablar, pero toda yo estoy hecha de escucha y percepción y la expresión es imposible.

Al principio me refugié en García Lorca, es verdad No hay nada como callar. Ahora sé que mi mayor cualidad es en realidad mi condena.