miércoles, noviembre 28, 2007

Sucre 27/11/07 pasillo de avión

Siempre dejo algo olvidado en esta ciudad, como si algo muy dentro mío nunca permitiera que me vaya del todo.
Me imagino el cepillo de dientes, el par de aretes o el calcetín solitario que marca mi presencia en la casa materna, una huella a la que mi inconsciente rehusa renunciar.
Algo muy mío germinó en esta ciudad, algo que incluso ahora es parte de mi, ahora que a tantos años de haberme ido, me obliga a recordar que yo pertenezco a un lugar.
A diferencia de muchas veces no me siento triste, pero un eco profundo sigue resonando cuando dejo la ciudad, como el abrazo triste con que mi madre se despide, incluso después de haberme ido tantas veces.
Aunque las despedidas siempre me duelen, es tan bueno sentirse parte de algo, es como una soga de seguridad, casi imperceptible, pero me salva justo en los momentos en que la vida me abre sus abismos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Sucre es la pequeña Ítaca, una ciudad a la que uno quiere volver todo el tiempo, como dices, una ciudad de la que no se puede partir por completo. Ahí se dejan olvidados hasta momentos y ensoñaciones. Ahí quedaron los anhelos inmaduros de antes, no se, quedan muchas cosas... ahora queda ahí perdida: la paz. Queda un recuerod del "cielo más puro de América", el recuerdo del silencio de domingo y del aroma a arboleda que antes había en el parque Bolivar, sustituido hoy por un aroma a goma quemándose.
Mi querida amiga, yo hasta ahora no regreso a Sucre, el cmaino se me devió, la vida asechaba tras la esquina menos pensada y he decidido tomarla de nuevo por las astas, se que al final duele la cornada pero vale la pena haber participado de la corrida. siempre acordándome de vos, saludos desde Santa Cruz.