Angel Maráz o el genio insomneMi hermana sostiene la teoría de que nuestra familia trae por herencia una capacidad de escucha que nos desborda, al punto que cualquier desconocido puede darse cuenta que nosotros escuchamos, y de repente sin más, a cualquiera que nos vea se le suelta la lengua.
Numerosas y variadas son las experiencias que nos ha tocado vivir al respecto: en una larga fila en el banco, un señor desconocido me contó con lujo de detalles la operación de próstata que le habían practicado, a mi hermana durante un viaje de
minibus una humilde mujer le contó como se encontró un billete de cien dólares en un tacho de basura hace 20 años. De la misma manera cuenta mi hermana que un trotamundos de ojos verdes empezó a contarle sobre la paradoja que
vivía al sentir nostalgia de su tierra y la imposibilidad de mantenerse en ella, en vez de quererle vender algo le regalo una pulsera. Las filas de espera para comprar matrícula en la universidad se convirtieron en grandes confesionarios donde los madrugadores llegaron a contar la penas mas hondas de su alma.
Aun que la teoría de mi hermana puede no ser cierta, existen
circunstancias que me la confirman. Esto sucedió el día que conocí a
Angel Maráz. Había
decidido comer sola, aun que durante mucho tiempo consideré que comer sola era una de las cosas más tristes que uno pueda
hacer, necesitaba tristeza, la tristeza hace bien, pero ese es otro tema.
Sobre la calle
Venzuela se había abierto recientemente una pensión, la novedad hacía que este repleta de gente: curiosos, vecinos y todos
iban a la pensión
recién armada por una
audaz cruceña y su familia que además del almuerzo nos tentaba con un olor a
cuñapé recién horneado que inundaba el minúsculo lugar.
Tal vez fue mi curiosidad la que me llevó, más que mi deseo de soledad y tristeza, pero al ser la curiosidad compartida por todo el barrio el lugar se encontraba abarrotado, de esto me
anoticié cuando estaba en medio de las mesas con una mirada
vacilante,
entonces alguien me dijo:
-Puedes sentarte
aquí hijita- era
Angel Maráz un hombre de tardíos cincuentas, mirada profunda, canas desordenadas, voz firme y sobretodo largo que aumentaba su altitud. Mis modales chapados a la antigua no me permitieron negarme.
-
Angel Maráz, un gusto-me dijo mientras extendía la mano que apretó la mía con fuerza-Vivo
aquí en la esquina de la
Oquendo y Venezuela- dijo.
-Sí, he visto su casa me gusta- le dije
reparando en los años que se le arrugan en la frente.
-
Ja ja- rió
Angel Maráz- todos dicen que parece la casa de
German Monster.
-A mi me gusta, me parece que tiene personalidad-dije
timidamente.
-Es que las cosas se parecen a sus dueños- dice
Angel Maráz con una sonrisa intensa que me alegra- Sabes que en esa casa en realidad no vivo yo sino mis perros, tengo hasta hora cuatro, la Negra, el
Boby, la Pelusa y el Flaco, los adoro a mis perros por eso les he
sedido la casa. Sabes que yo soy de una familia muy conocida
aqui en la ciudad, mi familia tiene muchas propiedades y casas, esta es una más de ellas, claro que no creerás nada de lo que te digo, pero mis padres, que en paz
descancen, eran dueños de media
cochabamba, por eso puedo darles esta casa a mis perros.
Claro que me hubiera gustado
dársela a mi esposa, pero que quieres que te diga van cinco mujeres que me dejan, ya me dijo el psicólogo que tengo que tener mejor
caracter con las mujeres, pero no puedo dejar de ser yo mismo, ese es uno de mis grandes problemas. Por eso tuve líos en la facultad de filosofías, sabes yo estudié matemáticas y luego filosofía, el conocimiento es una enredadera de la que no se puede salir, es como una vorágine que simplemente te atrapa. Yo era un docente reconocido pero las huevadas, disculpa que te hable
así, no me las trago pueden decirme loco, desquiciado,
lo que quieran pero soy yo ante todo. Bueno eso me costó la pega, la verdad ni la necesitaba solo quería estar mas con la gente, sabes que
ahora soy muy
retraido y estoy solo eso me esta matando, pero prefiero a tener que venderme a esa bola de
pelotudos, disculpa
mamita mis
groserías de viejo. Y a vos que te gusta hacer?
-Leer- digo mientras cargo el tenedor con
arróz.
-
Ah! que bueno-dice
Maráz alzando las cejas- pues en mi casa, o mejor diré en la de mis perros, tengo la enciclopedia británica, si te gusta leer estoy seguro que te va encantar, tengo toda la enciclopedia en ingles y español, es una maravilla, sabes que nunca me canso de
revisarla, me parece que la
habre hojeado completa por los menos unas 15 veces pero tengo una natural afición por las enciclopedias y los diccionarios. Puedes ir a verla cuando quieras. Con
alquien claro, no sola, no vayas a creer que soy un viejo degenerado que quiero engancharte con una enciclopedia, además sería algo raro, de todos modos no lo
haría pero creo que te gustaría ver la enciclopedia es preciosa, además tengo en la casa de los perros un laboratorio informático que me he armado, tengo
una red dentro de casa de donde puedo sacar la información más actualizada. No sabes la atracción que siento por la
tecnología y todo lo nuevo, hablando de nuevo viste el nuevo boliche que se
insataló en la Venezuela casi 16 de julio, es un antro a todo dar, el chino, es el dueño es
re cuate, me deja llevar mi trago, porque yo solo tomo
singani, es una afición extraña ya sé pero es mi único vicio, es un buen tipo y algunas noches cuando ya estamos todos bien entrados en
drinks- baja
lavoz Angel Maráz y mete su cabeza entre sus hombros- saca un
hiervita de la buena que tiene
ahí escondida, deberías ir, se nota que tu tienes una mente abierta y de estas cosas no te escandalizas.
Mientras tomo mi último trago de refresco de tostada me dice- Pensarás que estoy loco, pero confío en vos se nota que eres una chica inteligente, gracias por escucharme ya nos estaremos viendo, no quiero aburrirte mas con mis historias de viejo,
chau hijita, ya sabes cuando quieras ven a ver la enciclopedia, me dices y listo. un gusto conocerte.
Se despide
Angel Maráz posando su pesada mano en mi hombro. Las tajadas de la mandarina fueron muy breves para poder elaborar toda la información que
Angel Maráz me
había dado sobre él y su vida, su casa fantasmagórica me gustaba, él me daba un poco de miedo, pero en lo que dura un
majadito me había descrito su vida, sus mas profundas penas y las cosas que le suspendían las comisuras.
Desde aquel almuerzo nos vimos unos cuantos más, siempre me reservaba una silla y me hablaba durante todo el almuerzo de una cosa y otra que se
ivan hilando en su mente. Sus temas de
análisi, sus preocupaciones, sus intereses me
parecían todos de alguien que estaba entre la mas absoluta verdad y la mas desquiciada locura... tal vez eran los mismo.
Mi miedo natural me llevó a disfrutar de escucharle, sin creerle demasiado, su genialidad desbordante en locura me asustaba un poco a la vez que me llamaba.
Cuando mi etapa de soledad terminó y dejé de ir a la pensión, solo veía a
Angel Maráz por las noches con su sobretodo gris caminando las cuatro esquinas de la
Oquendo y Venezuela seguido de sus perros, me saludaba con la mano desde lejos, en una
ocasión me regaló
paltas de su árbol.
A
Angel Maráz casi solo se lo ve de noche por eso conoce los secretos de todos los del barrio, durante la noche escucha los ronquidos, llantos y suspiros, de saber tanto de la vida y la muerte, propia y ajena
Angel Maráz tiene insomnio.