En el cajón derecho de mi escritorio, hay escondida una bolsa de grajéas de arróz y chocolate. En mi hombro derecho hay una marca que parece de dolor En mis manos una verdad que no sé como agarrar En mi corazón un ritmo de adolescencia
El dolor de los colmillos, un día, se vuelve placer. Caminas sin creerlo todavía, hasta que entras en la ducha y descubres, en el hombro izquierdo, la marca.
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El dolor de los colmillos, un día, se vuelve placer. Caminas sin creerlo todavía, hasta que entras en la ducha y descubres, en el hombro izquierdo, la marca.
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