viernes, diciembre 07, 2007

Intolerando la frustración

Mi herida primigenia es la de la imperfección, dicen en la biblia que en realidad somos de un pecado, producto de los más vil. Nunca quise creerme esa idea, siempre intenté desbordarme en todo de tal manera que ser buena era realmente lo mío. Por supuesto con la adolescencia la vida nos acorrala en los primeros matorrales de espinos que nos esperan a los largo de todo el camino.
A pesar de estar llena mi cabeza de frases célebres sobre la imperfección, sobre lo bueno de equivocarse, sobre la naturaleza humana tan "humana" como si humano fuera sinónimo de imperfecto y equivocado, aunque tengo la teoría y podría hablar largas horas sobre la belleza de lo imperfecto, es verdad que cada día me esmero para no equivocarme, para que cada diámetro tenga al menos mi orden.
Pero cuando un error mío es evidente por garrafal, yo no logro aguantarme a mi misma, no puedo soportarme errores terribles porque me esmero cada día para no cometerlos, no sirve la reflexión, los "ya pasó", simplemente me odio un poco cuando la vida me recuerda mi imperfección, de la que intento huir cubierta de esmero y dedicación.
Ahora que me odio un poco por errores de escritorio, me pregunto qué será de mi cuando un error realmente grande se acomode en mis espaldas.

Es fácil analizar y decir que tengo un super yo muy castigador, es fácil tener explicaciones de causas y efectos, lo que no es fácil es lidiar con ello y vivirlo.

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