martes, abril 15, 2008

Reina de los amagues

Todos nos merecemos parar un poco la vida, que nos caiga un meteorito y que nos haga buscar nuestra propia biografía. Al final la rutina nos hace más que nosotros a ella, solo cuando ya estamos acostumbrados a las cosas y éstas dejan de suceder las extrañamos un poco, empezamos a pensar en ellas en como fueron, en como comenzaron, en lo que nos dieron y quitaron.

A veces el equilibrio es un vicio, la estabilidad una droga que nos mata sin saberlo, de pronto una noche apago la luz, pongo el despertador y miro las estrellitas fosforescente que alguien ha dejado en este techo de cuarto prestado y vuelve a mi esa pregunta que creía respondida.

Y estoy cansada pero no puedo dormir y mis argumentos inteligentes se terminan, solo soy yo con pijama, desnuda de todas esas razones que digo con mi mejor voz para justificar... para justificarme. No logro dormir y me paso la noche con un luto innecesario que me hace llorar en la almohada.

Intento concentrarme en las cosas que vendrán, en lo bueno que sucedió en lo que me espera mañana, pasado, pero hace frío aún debajo de estas frazadas y aunque intento sé, que no podré dormir, seguir, vivir. Muero por una noche podrida en las tinieblas de una ciudad grande de luces amarillas.

Las sábanas me fastidian y no hay posición posible en esta cama que rechina, como en los días lejanos en que cantó un encuentro.

Camino descalzo por la casa, sin hacer ruido tomo agua y miro por la ventana, sentada en el sillón siento el peso del cansancio en mis párpados que no pueden cerrarse. Que vulnerable me hace este sueño que no quiere dormirse, ojalá al menos tuviera el valor de abrir la ventana, de sentir el frío, me paso la vida esquivando lo inevitable. Reina de los amagues, ¿cuánto durará este laberinto?.

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