martes, octubre 14, 2008

Bandeja de entrada

Era esa estúpida manía recién adquirida de no tener ningún mensaje por leer, esa obsesión por tener todos los mails ordenados en carpetas, todos bien distribuidos y ordenados, que no se pierda ninguno y que sean fáciles de encontrar. Era una cosa de disciplina, un juego de costumbre y constancia, nada que no pudiera hacer.
Apenas aparecía en la bandeja de recibidos un uno entre paréntesis lo abría, leía y hacía todo lo que se tenía que hacer, también habían aquellos que aparecían en las carpetas, directamente detectados para lograr evitar la bandeja de entrada, esos también los revisaba enseguida, las cadenas se borraban sin importar el remitente. Los pendientes se marcaban como no leídos entonces una bandeja de entrada sin mensajes blancos significaba eficiencia y trabajo bien hecho.
El correo abierto todo el día las filas todas celestitas, nada de blanco no, porque blanco es que haces las cosas mal, blanco es malo, blanco es que has dejado cosas pendientes, y con la tecnología todo es más fácil así que no pueden dejarse cosas pendientes.
Y la vida cuenta por los mails contestados, por las líneas celestitas y las blancas que son pocas y desaparecen rápido. Y lo mejor es ir al trabajo los lunes que hay tantos mensajes nuevos y hay que clasificarlos y leerlos y marcarlos para que la bandeja de entraba este siempre corta y eficiente, menos es mas, menos es mas.

Y en su casa muy tarde ya de regreso sin conexión, ni mascota, ni nada, solo televisión, se sienta a verla mientras come, una mesa para dos la tele y al otro él mirándola y comiendo la cena, la cena fría y rápida porque no hay tiempo para cocinar, porque no se puede salir antes del trabajo y porque siempre trabaja unas horas extras y no importa sino le pagan además si al final tiene un buen trabajo y le respetan por eso, las horas extras y la bandeja llena de líneas celestitas, no blancas.

Pero luego llegó un lunes, ese lunes, y pensó que era la conexión o alguna broma, los compañeros nunca lo quisieron, se guardaban sus risas solo para ellos cuando él daba vuelta la esquina, fueron las diez y nada de nada, y la chica nueva frente a él con la sonrisa flamante y la camisa nueva comprada para primer día de oficina. Pensó que por la tarde todo volvería y se emocionó pensando en todas las líneas blancas que tendría, todos los mails por revisar, responder, ordenar, borrar y se apuró en almorzar para estar un poco temprano, pero nada y ya eran las tres y nada y el jefe que se queda mirándole detenida su mirada por unos segundos, como si de pronto se diera cuenta de todo pero no pudiera ya hacer nada, se encontraron, ojos de desesperación lo de él, como gritándole que no lo haga que no se lo diga, pero tiene un parpadeo lento y parecen horas las que se tardan las pestañas en bajar y es ese movimiento una afirmación que le salta como una cuchilla, una mortal daga en medio del pecho, pero el jefe ya ha abierto otra vez los ojos y la boca, la señorita voltea con su sonrisa infinita, inocente.

- Ella es Silvia, se encargará de los correos- dice el jefe

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