sábado, octubre 14, 2006

Accidentalmente

La verdad es que yo solo fui a acompañar a un amigo que regresará en un mes, así que toda la carga emocional que implica la visita al aeropuerto no significaba nada para mi, aun que como a todos me había tocado alguna vez ir a una auténtica despedida, también me había tocada estar en una autentica bienvenida, cuando se va construyendo y deconstruyendo con los días la llegada, la cara del que llega los acontecimientos previos, los míos y los suyos, como se vera cuando nos veamos las ansias los planes después del aeropuesto, dormir un poco comer algo, dar una vuelta por la ciudad para mostrarle que poco o nada ha cambiando, ver como le brillan los ojos al ver los lugares conocidos, comer los platitos añorados, encontrarse con los amigos, toda esa rutina de acompañante del recién llegado es un renacimiento, como una nueva oportunidad que da la vida de nacer en el mismo lugar con una buena edad bajo las mismas condiciones, pero con una mirada diferente, aun que yo no he vivido esto en carne propia si no le he visto en otros y con sus miradas me basta para entenderlo todo.

Como mi cantidad de despedidas y bienvenidas ha sido proporcionada, creo que nunca he vivido una despedida como algo traumático, aun que hoy fue de rebote. Nos dimos un abrazo, todavía estaba con olor jaboncillo, su mirada fija y su abrazo fuerte. Nos vemos en un mes me dijo justo antes de voltearse y darle su pase abordo a la señorita de la puerta, no volteo más. Era un buen amigo con tío millonario que le invitaba a pasar las vacaciones, recién habíamos terminado el ultimo semestre de la U así que no podía venirle mejor este viaje.

Fuimos varios y así en patota subimos al mirador del aeropuerto, de naturaleza no me gusta ese lugar, apretado, enrejado, por que a todo esto una malla olímpica como gallinero esta armada para evitar que las despedidas terminen en trágicas caídas, bueno pensé que en masa no sería tan malo estar ahí.

Había un montón de gente apretujándose contra la malla par hacerse ver por los viajeros, hay tantos momentos de despedida, en la casa con algún familiar, en el aeropuerto con algún amigo apurado que no puede quedarse, en la puerta de preemarque y claro como no, desde el mirador.

Los viajantes son hormigas diminutas de colores, caminan hasta las gradas mientras buscan a quien saludar, acomodan sus 3 paquetes en una mano y se despiden con la otra, aun que no pueden identificar con certeza quien es aquel que les responde, supongo que a esas alturas la despedida es ya comunitaria, uno deja de despedirse de los individuos para despedirse del lugar.

El sol de las 8:00 les daba en la cara con una mano haciendo de sombrilla se despedían de la gente. Yo estaba con una polera roja, con ese pretexto me empujaron hasta chocar con la malla olímpico, disque para que pueda vernos gracias a mi polera. Cuando pudimos verlo él no nos veía y todos empezaron a moverse de un lado a otro para buscar el mejor lugar para hacerse visibles, así que el mito de la polera roja se esfumó.

Como no me gustan esos tumultos me quede donde estaba, a mi lado una señora, debía tener unos 55 años, su pelo canoso y sus manos de uñas cortas me dieron una rápida idea de ella, saco de su cartera un pañuelo apretujado y se secó los ojos, y se sonó la nariz. No sé a quien despedía pero luego de agitar su mano se quebró en un llanto doloroso, casi puede sentir un crujido como si algo dentro de ella se hubiese partido, aun que estaba a mi lado solo podía ver su nuca y su espalda, pero la agitación de su pecho era tal que movía los hombros, era un llanto quebrado y silencioso, sentí como una angustia se apodero de ella le tensionó el cuerpo que solo se soltaba con un discreto quejido que le dejaba sacar algo de aire de sus pulmones.

De su cuerpo salía un aura poderosa que la envolvía toda, me fui del mundo por un momento y olvidando que solo fui por un amigo que vuelve en un mes, que por la tarde tenía una fiesta, que mis amigos ya estaban saliendo, sentí unas ansias poderosas de abrazarla.

Cuando sentí la mano de mi amigo en la espalda diciendo vamonos, me di vuelta y su sonrisa delató mi ojos aguados.
-No llores boludo, vuelve en un mes.

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