miércoles, julio 04, 2007

Jugamos como nunca, perdemos como siempre

Existe un ciclo despiadado en los estados de ánimo de los y las bolivianas cuando la selección de fútbol juega. Por alguna extraña razón los pasos del ciclo se repiten uno a uno sin que las experiencias de otros partidos puedan refrescarnos la memoria, no es posible entrar en razón sujetarse de ella y no caer en ese círculo mortal.

La primera etapa es algo flexible y da opciones, puede iniciar con la indiferencia, uno ni se entera de que juega la selección o lo escucha de rebote y lo “olvida” enseguida. La otra opción es fijar con anticipación el día para programar una actividad recreativa cultural que acompañe la observación del partido en algún lugar donde además de las corridas de jugadores se verán las corridas de filas y filas de cervezas (sin importar el día de la semana).

Para ambos casos la segunda etapa podría denominarse como la etapa de siembra y brote, sea indiferente o planificada, la sola idea de saber que la selección juega se siembra en nosotros, entrando como una semilla que llego accidental e inocentemente, sin permiso se instaló en el pecho, la ubicación solo se detecta cuando se escucha por segunda vez la fecha del partido, o cuando uno cae en cuenta de que hoy es el partido, entonces el cosquilleo de la pequeña raíz y la repuntante primera hoja nos avisan la ubicación de la semilla.

La tercera etapa es la del escudo, uno se refugia en las cervezas o en la indiferencia, pero con la radio encendida o la tele a tres metros, un espasmo de realidad nos llama a la cordura, pensamientos como: "es imposible ganar","si desde hace 20.000 campeonatos que no pasamos de la primera ronda", se juntan uno a uno como tabiques de una gran e incontenible represa.

Cuando la auténtica mano de Dios actúa y un gol estalla en todas las gargantas, el agua de la emoción se desborda a raudales, la emoción también le mete un gol a la cordura. Es ésta la etapa de la felicidad. Qué mayor felicidad que la del engaño.

En algunos casos, cuando la fortuna decide dar una mano se repite el paso anterior, con la multiplicación al mil de la euforia y la esperanza, entonces todos los canales televisivos muestran "los pálpitos" en un 99.9% favorables a Bolivia. Este estado parecido a la felicidad plena, conlleva la ilusión óptica de ver una luz al final del túnel de la historia del fútbol nacional, copia en carbónico de la historia nacional.

Solo cuando la verdad del punto de descuento y el del posterior empate llegan, las ilusiones realizan un aterrizaje forzoso que termina con accidentes de todo tipo, desde malas palabras masculladas hasta peleas campales en lo bares.

Después viene mi etapa favorita, el silencio...

Pero todo termina cuando otra persona, animal o cosa lo termina, algunos cambian de tema, otros se toman todo lo que queda en el bar, otros se refugian asegurando que pensaron que así terminaría, mientras la arrancada de raíz de la semilla aún les arde en el pecho.

Es imposible eludir este ciclo que todas las veces, una tras otra, se repite cuando un campeonato y sus partidos tienen la petulancia de montarnos en una montaña rusa que conocemos, y no podemos dejar de subir.

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