jueves, agosto 02, 2007

La oreja

Soñé que toda yo era una oreja, mi espalda un pabellón amplio y curvo que captaba las palabras y conducía su raudal dentro mío.
Era yo una antena de cartílago que detecta cualquier zumbido. En mi natural imperfección me faltaba boca, solo un orificio iniciaba el laberinto que las palabras recorrían hasta perderse, dentro, muy dentro como un implante incrustado en mi interior.

Uno a uno pasaban ante mi personas, animales y cosas que quería ser escuchados, todos venían a la gran oreja y vaciaban en ella sus vidas, las palabras salían tejidas de sus bocas, a veces se hacían hebras finas y otras nudos imposible de cabos perdidos para siempre.

Algunos entraban suaves a través de mi, como el resoplido nervioso de un amante novato sobre la erizada piel de una joven mujer, otras veces eran solo un amasijo de engrudo y barro que no cabía ni es su boca ni en mi, entonces forzaban la entrada empujando la inmunda pelota de palabras sobre la puerta de mi laberinto.

Escuche mucho y por muchos años, aun sé que mi único destino es escuchar, debo confesar que mi mas preciado sueño es hablar, pero toda yo estoy hecha de escucha y percepción y la expresión es imposible.

Al principio me refugié en García Lorca, es verdad No hay nada como callar. Ahora sé que mi mayor cualidad es en realidad mi condena.

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