lunes, octubre 29, 2007

Comiendo en la gran ciudad

Apenas cinco mesas pequeñas caben en el minúsculo 2do piso del restaurante. Levanto los ojos del libro y tal cual hubiésemos ensayado, hay un comensal en cada mesa, todos tenemos algo que leer, un periódico, un libro, un volante entregado en la calle. Todos damos la espalda a la pared, como si nuestro cuerpos, fueran mas allá de nuestras mentes y aun tuvieran la esperanza de que alguien los acompañe a comer.
Cinco sujetos diferentes comemos juntos pero solos, cada quien intenta distraer la verdad, estas comiendo solo, nos decimos, pero intentamos olvidarlo con la lectura, comiendo rápido.
Pero veo por el rabillo del ojo que alternadamente repitiendo el ballet de nuestro inconciente, levantamos la cabeza y nuestra mirada se clava en el infinito, solo un momento, sólo ese momento en el que no logramos comprender que hacemos solos cuando hay tanta gente.
A veces uno se siente absurdo, luchando por todos por todo, menos por uno ni lo que mas quiere, todo se tergiversa en el camino, supongo que cuando se enreda demasiado una madeja, no queda mas que cortarla toda para encontrar el cabo del inicio.

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